Si
buscamos la palabra Atlántida en una enciclopedia, podemos leer que se trata de
un continente perdido y “mítico” y, entre otras referencias, veremos que fue
descrita por Platón en el siglo IV a.C., en dos de sus famosos Diálogos, Timeo y Critias, en los que hace referencia a una visita de Solón a Egipto.
Entonces se enteró de que los sacerdotes de Sais guardaban documentos escritos
acerca de una “isla-continente situada más allá de las Columnas de Hércules
(nombre que se daba en la antigüedad a Gibraltar) llamada Atlántida y que era
el corazón de un grande y maravilloso imperio” y que tenía una población muy
numerosa, ciudades de techos dorados, poderosas flotas y ejércitos de conquista
e invasión.
En
su descripción de la Atlántida, Platón señala que la isla era mayor que Libia y
Asia juntas (el nombre de Libia designaba la parte de África entonces conocida)
y podía pasarse a través de ella al continente opuesto, que bordeaba el
verdadero océano (¿América?).
El
filósofo griego describe a la isla como un paraíso terrestre, mezcla de
imponentes montañas, fértiles llanuras, ríos navegables, ricos depósitos de
minerales y una numerosa y creciente población. Este poderoso imperio
desapareció, según Platón, bajo el mar en un solo día, con su noche.
Según
los cálculos de Platón, el hundimiento se produjo unos 9000 años antes de su
época; es decir, hace unos 11500 años. Parte de los que Platón afirmaba tuvo su
confirmación con el descubrimiento del “continente opuesto” en 1492.
Si
la Atlántida hubiese existido, las tribus o pueblos que han poblado el
perímetro a ambos lados del Atlántico lo recordarían, o al menos habría alguna
referencia de ella en la memoria tribal o en los documentos escritos. En este
sentido debemos dejar constancia de una curiosa coincidencia de nombres. El
galés y el inglés antiguo situaron en el océano occidental el emplazamiento de
un paraíso terrenal, que llamaban Avalon. Los griegos de la antigüedad situaron
la isla más allá de las Columnas de Hércules y la llamaron Atlántida. Los
babilonios también ubicaron su paraíso en el océano occidental y lo llamaron
Aralu, mientras que los egipcios colocaron la morada de sus almas en el extremo
occidental y en el centro del océano, al que llamaron con los nombres de Aaru o
Aalu y también Amenti. Las tribus celtas de España y los vascos conservaban las
tradiciones de su tierra natal en el océano occidental, y los galos de Francia,
especialmente los que habitaban en las regiones más occidentales, conservaban
la tradición de que sus antepasados provenían de algún lugar en el medio del
océano occidental, como consecuencia de una catástrofe que destruyó su tierra
de origen. Los árabes creían que el pueblo de Ad vivió antes de la gran
inundación y que fue destruido por las aguas debido a un castigo divino. Las
antiguas tribus del norte de África mantenían las tradiciones de un continente
situado al oeste, y hasta existieron noticias de tribus llamadas Atarantes y
Atlantioi, así como un mar actualmente seco, Attala y, naturalmente, las
montañas Atlas. Cruzando el Atlántico advertimos que en las Islas Canarias (que
en teoría constituyen las cumbres montañosas de la Atlántida) existen una serie
de antiguas cavernas llamadas Atalaya, cuyos habitantes conservaban, incluso en
la época romana, el recuerdo del hundimiento de la isla-continente.
En
otro lado del Atlántico, tanto en América del Norte como en Sudamérica, nos
encontramos con impactantes coincidencias. Gran parte de las tribus
indígenas conservaban leyendas que decían que su orígenes estaban en Oriente o que obtuvieron
los adelantos de una civilización de super-hombres llegados desde un continente
oriental. El pueblo azteca conservó el nombre de su tierra de origen: Aztlán, y
la palabra misma, azteca, es una derivación de Aztlán. En el idioma azteca
(náhuatl), atl significa agua y curiosamente la misma palabra tiene igual
significado en el lenguaje bereber del norte de África. ¿Sería casualidad que
dos pueblos que no han tenido contacto entre ellos y que se desarrollaron
independientemente el uno del otro, según la historia oficial, tengan ese mismo
léxico?
Quetzalcóatl,
dios de los aztecas y de otros pueblos mexicanos, era según se dice un hombre
blanco, que usaba barba, y llegó al valle de México desde el océano y se fue
una vez concluida su misión civilizadora. Los
conquistadores españoles, mientras exploraban las nuevas tierras, se
encontraron con numerosos pueblos indígenas que se referían a sus antepasados
como los sobrevivientes de una tierra inundada.
Ciertamente,
el océano al que llamamos Atlántico, podría tener un nexo de unión con la
leyenda de las antiguas ciudades doradas que yacen en el fondo de las aguas. La
palabra Atlántico proviene de Atlas, el gigante del mito griego que sostenía el
cielo. Pero, Charles Berlitz, autor de El
misterio de la Atlántida se pregunta: ¿acaso no era el propio mito de Atlas
una alegoría de poder, el poder del imperio atlántico quizás? En griego,
Atlántida significa hija de Atlas.